Sábado, 20 de Abril 2024
Viernes, 13 de Noviembre del 2020

En primera persona: esencial se nace y se hace

Gabriela Barboza es enfermera en el “Maradona”. Estuvo contagiada y el tiempo que transitó con Covid 19 fueron los únicos días que paró de trabajar, 14 horas al día. “Esto llegó para quedarse”, dice.

por Vanesa Fresno

La pandemia no se terminó. Lejos de eso. Es cierto que el horizonte empieza a asomar, que el cansancio de la cuarentena eterna y la esperanza de una vacuna a la vuelta  de la esquina hacen pensar que la cosa está resuelta. Pero no, está lejos de resolverse todavía.

Aquel que lea esta nota podrá pensar lo contrario, es cierto. Una forma de caer en la cuenta de esa tajante frase de inicio de nota es la siguiente: “Desde que empezó la pandemia trabajo 14 horas por día”. No lo dice InfoFunes. Lo dice Gabriela Barboza, una de las incansables enfermeras del “Maradona”. 

Con 10 años de experiencia en Funes y otro tanto como profesional, Gabriela, como cualquier otro personal de salud, nunca se enfrentó a algo parecido. Desde seguir al pie de la letra un protocolo diario para vestirse y desvestirse, que le toma varios minutos, a estar pendiente de la salud de cientos de vecinos. “Hacemos de todo, incluso seguimiento de los casos. El 0800 funciona, con demoras, pero la gente necesita una palabra más cercana. Necesita alguien que sepa qué le pasa, que le pregunte cómo está, incluso sabiendo uno cómo está”, dice la enfermera.

Su experiencia en Funes se remonta a todos los centros de salud locales. Y la pandemia, para ella, es sinónimo de “Maradona”. “Pasé por todos los centros de salud y en marzo empecé a trabajar aquí. A los pocos días comenzó esta nueva realidad”, cuenta Gabriela, y rápidamente advierte: “No es fácil estar acá, no es sencillo el día a día. Y menos para nosotros que tenemos una responsabilidad extra en casa”. 

¿En casa? “Te da mucho temor llegar a casa y pensar que vas a contagiar a los tuyos. Por eso es fundamental el momento de limpieza que tenemos que darnos día a día. El protocolo de vestimenta nos insume mucho tiempo y es peligroso porque al ser tan mecánico puede generar errores por distracción”, dice la enfermera que, “en casa de herrero…”, se contagió de Covid 19: “Tuve Covid y lo primero que pensé es que había hecho algo mal. Y a eso le sumás el miedo de contagiar, a los tuyos, a tus compañeros, a cualquiera que te hayas cruzado. Por suerte fui la única”, dice. 

Ese puñado de días enferma fueron los únicos que Gabriela no trabajó desde que se inició la pandemia. Desde entonces, en promedio, trabaja 14 horas por día. A la par de una realidad que viró y que es hoy muy distinta a la que supo ser seis meses atrás. 

“Al principio estaba el temor de la enfermedad nueva y el respeto era mayor. Pero no teníamos casos, prácticamente”, recuerda Gabriela, que luego tajante reclama: “Y luego, con la llegada del llamado pico de casos, el índice de cuidados bajó y con eso crecieron todavía más los casos. La gente se relajó mucho y ahora es el momento en el que más habría que cuidarse. Se nota y se entiende que la gente está cansada. Yo estoy cansada; pero tengo colegas que se han enfermado y conocidos que han muerto. No es momento de relajarse”.

Siguiendo esa línea, la enfermera dice: “Estamos complicados”. Pero no se refiere ni al sistema de salud ni al cansancio propio. “El interés y la psicosis bajó” y con eso bajó el respeto a la enfermedad. “Antes cualquier síntoma parecía Covid y eso hoy no pasa. A muchos parece ya no interesarle, ni hablar a los jóvenes que saben que tienen menos riesgos de pasarla mal”. 

La falta de comprensión y la excesiva confianza suelen ser enemigos. En todo orden, y especialmente en la salud. No tomar conciencia de un riesgo –sin llegar al extremo de sentirse bloqueado por él- puede ser el primer paso hacia encontrarse con ese riesgo. En la salud esta máxima –inventada, seré sincero- es fundamental. Se transforma en mantra. Y más en el ámbito de la enfermería, en ese primer contacto con el paciente. 

El Centro de Salud “Maradona” tiene mucha atención diaria, teniendo picos de hasta 500 llamados por día en temporada de campañas de vacunación. “Tenemos un gran equipo de trabajo”, dice orgullosa Gabriela. Más de 20 profesionales que en turnos mantienen en alto la atención médica. “Pero estamos cansados y como mínimo pedimos el esfuerzo de que cada uno se cuide”, agrega.

En las últimas semanas algunas noticias parecen mostrar un futuro no tan oscuro. La llegada de una vacuna (rusa, yankee, venezolana, argenta, de donde sea) hace pensar que el 2021 será un mejor año. Pero, repite Gabriela, “no hay que confiarse”.

“Que venga la vacuna, que venga ya. No veo la hora que empiece la campaña. Pero ojo, esto llegó para quedarse. Hay que acostumbrase a mucho de lo que nos va a dejar esta pandemia. Hay que acostumbrarse a ver menos a los seres queridos, a la familia, a los amigos. Y, especialmente, es hora de que cuidarse sea costumbre”.

Lejos quedaron aquellos primeros días donde el país se paralizaba todas las noches para rendir homenaje y “tirar fuerzas” a todo el personal de salud. A esa conmovedora imagen le fue ganando el hartazgo, la magra situación económica y la intolerancia. 

Vaya desde aquí nuestro homenaje y respeto (y mucha admiración) a Gabriela. Y en ella a todos los que trabajan por y para la salud funense. Vaya desde aquí, a la par, nuestro pedido de respeto hacia ellos y hacia su trabajo. 

Esto todavía no se terminó.


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