Línea de tiempo: el año que cambió nuestras vidas para siempre

Por cada caso de contagio positivo que tuvimos que contar a nuestros lectores les contamos el doble de noticias auspiciosas, esas que registraron la increíble movida solidaria que se gestó a la par. Cuando muchos la pasaban mal porque las medidas de aislamiento no permitían salir a trabajar a muchos rubros, fueron un montón de vecinos de la ciudad los que decidieron arremangarse y poner manos a la obra para tenderle una mano a quienes más lo necesitaban.

Una de las primeras acciones fueron las que encabezaron Maia y Sebastián Casella, y Andrés Enz que se pusieron cada quien por su cuenta a confeccionar máscaras protectoras con sus impresoras 3D para donar. La filial canalla de Funes y la cooperadora de la Escuela Nro 125 hicieron algo similar, pero fabricaron barbijos caseros para donar al personal de salud y fuerzas de seguridad, los que desde el día 1 continuaron trabajando como personal esencial poniendo el cuerpo para cuidar al resto. Mamás del Corazón, arrancó los primeros días con una colecta de alimentos y cocinaba para los que necesitaban. En un mes repartieron 300 raciones de comida.

Finalizando marzo, mientras se conocían los primeros casos positivos en la ciudad, de personas que provenían de viajes en el exterior y que respetaron la cuarentena, se curaron sin generar contagios, la Municipalidad articulaba a diez días de iniciado el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, una campaña solidaria de reparto de alimentos que fue coordinada por su área de Acción Social y que facilitó dos líneas telefónicas para contactar vía Whatsapp las donaciones con las personas que lo necesitaban.

El mes de abril, mientras se sostenían estas primeras acciones solidarias y se seguía de cerca las novedades de nuevas flexibilizaciones de la cuarentena que avanzaba en fases, otras instituciones funenses tomaban la posta solidaria y arengaban a la gente a sumarse. San Telmo por ejemplo, con sus puertas cerradas, abría su corazón para repartir comida y alimentos.

A la par, La Normita se adaptaba a la nueva normalidad y en vez de abrir su casa para darle de comer a decenas de vecinos que acudían a su comedor popular, llevaba a cada barrio las raciones de comida y su perchero solidario. La Normita móvil sigue asistiendo a decenas y decenas de vecinos que aún hoy acuden por su ayuda. También sumaba la entrega de semillas del INTA para promover la creación de huertas domiciliarias.

Las ideas solidarias no se agotaron nunca. Y mientras el comercio se reactivaba a ritmo lento, fueron un montón los que se sumaron a colaborar de maneras creativas. Antojo Delivery decidió no cobrar sus envíos de postres, pero pedir a cambio un alimento no perecedero para donar. La tienda de ropa Tokio ofreció un perchero de prendas nuevas para que cada persona que colabore entregando ropa de abrigo se lleve como premio.

La peluquería José ofreció cortes de pelo gratuitos los días lunes, que habitualmente está cerrado, a cambio de la donación de alimentos para llevar a quienes peor la estaban pasando. La vecinal Villa del Sol improvisaba una cocina para alimentar a los vecinos de su barrio.

Grupos de amigos destinaban el tiempo que no podían invertir en los picaditos de fútbol, que siguen sin poder realizarse, cocinando para quien lo necesite en vez de patear penales. Otro grupo de amigas se puso a amasar pastas caseras cada miércoles para llevar raciones de comida distintos barrios.

Un sinfín de acciones solidarias que son solo un ejemplo, no son todas. Funes se puso durante esta pandemia la camiseta que usa la buena gente. A pulmón, contagiando buen ánimo para llevar aguante mientras este mal momento pase. Si de algo estamos seguros sobre este virus novedoso que vino a sacudir al mundo, es que no sólo puede dar tos y fiebre, también despierta las mejores versiones de muchos. 

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