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Lunes, 05 de Agosto del 2019

Un clásico de Funes baja las persianas y deja paso a otro negocio

El carrito de Moreno y General Paz llegó a vender 16 kilos de milanesa por día. Pero tras 30 años de actividad la familia detrás del lugar decidió venderlo.

Treinta años atrás, Marcelo y su esposa Lucía comenzaban a formar su familia y nacía César, su hijo mayor. Al mismo tiempo que inauguraban en la esquina de Avenida del Rosario e Independencia, un local donde vendían rosquitas y bolas de fraile.

Años después, se mudaron a donde actualmente están ubicados, en Moreno y General Paz e inauguraron su carrito, por aquel entonces era un verdadero carrito, diseñado y armado por Marcelo y su cuñado en el terreno donde años después levantaron “los quinchos”.

“Empezamos con la motoneta y cuatro palos con una media sombra. Al principio mi esposa no quería porque no creía que fuera a funcionar. Nuestro primer cliente fue Santangelo que trabaja en la EPE, todavía estábamos arreglando todo y él entró. Es increíble pero también fue nuestro último cliente el domingo cuando cerramos”, cuenta emocionado Marcelo.

Pero cuando las cosas están claras, el esfuerzo, el sacrificio y el trabajo de cada protagonista, paga dividendos muy altos y así fue como el devenir de los años les permitió construir las instalaciones que hoy en día tienen, compuesta de tres quinchos, unidos en uno sólo para poder atender a toda la clientela que se amontonaba para comer los mejores lomitos y familiares de milanesa de todo Funes.

“En verano poníamos mesas afuera hasta la esquina y se llenaba. Algunos clientes eran habituales y otros no. Muchos de nuestros clientes son empleados de la Municipalidad. Siempre nos eligió la clase laburante”, asegura.

Marcelo, Lucía y sus hijos César y Aldana siempre estuvieron dedicados al negocio familiar, actualmente tomaron la decisión de cerrar sus puertas, pero aseguran que se debe al desgaste y no a una cuestión económica “la gente siempre nos acompañó, me saco el sombrero con nuestra clientela que nunca dejó de venir, nos pedían que no cerremos”, relata.

Antes abríamos todos los días, inclusive medio día y noche. Hacíamos todo tipo de comida para servir y para llevar. Todos los días hasta las 2 o 3 de la mañana y al otro día a la mañana para preparar todo. Nunca podíamos ir a ninguna fiesta que nos invitaban. Después cerramos lunes y martes. Y últimamente poníamos cartelito cerrado por bautismo, por casamiento, por vacaciones”, cuenta entre risas.

Si bien los menú que ofrecieron durante estos años cambiaron y hubo momentos que ofrecían parrillada, pizzas, pastas, hamburguesas, los más famosos del lugar siempre fueron los lomitos y sándwiches de milanesa y la variedad de salsas. “Teníamos clientes que todos los días venían a buscar lo mismo. Le ofrecíamos otra cosa de todo lo que teníamos en la carta pero se llevaban el familiar de milanesa”.

En sus épocas doradas, el comercio llegó a vender 16 kilos de milanesa por día y 12 lomos enteros (de cada lomo salían 10 bifes), trabajaban unas doce personas.

Y desde hace algunos años se comenzaron a destacar por su producción de comida para celíacos: eran el único lugar en todo Funes con una cocina exclusiva para cocinar comidas sin TACC, “empezamos porque mi hija Aldana es celíaca y no había un lugar donde la gente que sufre celiaquía puedan ir, menos a comer un lomito”, reconoce.

“Venía gente de Rosario, Roldán, Carcarañá, Pérez, de todos lados a probar los menús de celíacos y todos se iban felices. Una vez, un nene se puso a llorar y nos agradecía porque nunca había comido un lomo en pan”, recuerda.

Durante toda su trayectoria fue llamado de diferentes maneras: el quincho, el carrito, lo de Marcelo y el carrito Mecohue, aunque Marcelo asegura que primero no tuvo nombre y cuando le pusieron eligieron Mecohue.

“La gente venía a preguntarnos qué significaba el nombre y cuando le decíamos que era por –me costó un huevo- se largaban a reír y no lo podían creer. Pero es que verdaderamente fue así, todo nos costó un huevo, siempre hicimos todo nosotros, desde cero, hasta la construcción la levantamos César y yo”.

Próximamente, en el local va a funcionar un brasería, manejada por nuevos dueños: “La decisión de alquilar fue de todos y se venía hablando desde hace algún tiempo. Estábamos muy cansados, además muchas cuestiones municipales de este gobierno con respecto a las multas y las habilitaciones me desgastaron”, cuenta.


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